Etimología de IO

IO

La palabra Io designa a la más próxima de las cuatro mayores lunas (satélites) de Júpiter, descubiertas en enero de 1610 por el astrónomo italiano Galileo Galilei (1564-1642). Se trata de un astro de un tamaño algo mayor a nuestra luna, con una actividad volcánica tan intensa, que se lo considera como el cuerpo celeste de nuestro Sistema Solar con el mayor vulcanismo. A veces a Io, se le llama también Júpiter I. Debe advertirse que se trata de la luna más cercana, pero de las descubiertas por Galileo, pues de las 66 que se han detectado hasta ahora (2015) en este planeta, la más próxima a él, es realmente Metis XVI (los números romanos indican el orden en que se fueron descubriendo).

Los primeros objetos del Sistema Solar descubiertos (en 1610) por medio de un telescopio fueron las cuatro más brillantes lunas de Júpiter: Io, Europa, Ganímides y Calixto. Una quinta luna, Amalthea, fue detectada también con un telescopio en 1892 (282 años después) por el astrónomo estadounidense Edward Emerson Barnard (1857-1923). Las cinco llevan nombres mitológicos, relacionados con personajes vinculados con el supremo dios griego Zeus (Jupiter para los romanos).

La autoría de la acuñación de las primeras cuatro se atribuye al astrónomo germano Simon Marius (1573-1624), al parecer, por sugerencia del astrónomo Johannes Kepler (1571-1630). En realidad, entre Galileo y Marius existió una rivalidad en el sentido de quién había sido el primero en observar las lunas, pero parece que los historiadores le otorgan el crédito a Galileo.

Originalmente Galileo llamó a estos cuatro cuerpos celestes 'Astros Mediceánicos', en honor a su ex alumno Cosino (Cosme) II de Medici (1590-1621), el gran Duque de Toscana. Pero tiempo después se les cambió el nombre a Satélites Galileanos, en honor a su descubridor.

Io (del griego iōn, 'errante', de donde provienen términos como ionización, anión, catión, ión), en la mitología griega, es el nombre de una doncella, quien fuera amante de Zeus, el dios supremo de los griegos, que en la mitología romana se conocía como Jupiter, de la raíz diu-, 'brillo, dios del cielo', pues además del sol, sólo la Luna, Venus y a veces Marte, superan al planeta Júpiter en luminosidad.

Aunque existen diversas variantes en la interpretación de la Mitología Clásica, la historia cuenta más o menos lo siguiente:

Io, esa hermosa y joven mujer era amada por Zeus (Jupiter), pero su esposa Hera (Juno para los romanos), se da cuenta y despierta ira y celos. Entonces Zeus, para proteger a Io, la convierte en una ternera blanca, y al darse cuenta Hera de esto, le pide a Zeus que se la regale. Una vez que Hera (Juno) la tuvo en su poder, la da en custodia a Argus Panoptes (literalmente 'el que todo lo ve', del griego, pan = todo y optikos = visión), pues era un monstruo que tenía 100 ojos, así que mientras dormía, cerraba dos, y los demás le servían para vigilar sin descanso a Io (entonces una ternera blanca). Al darse cuenta Zeus de ésto, manda a su hijo Hermes (el dios griego del comercio, la elocuencia, el hurto, los viajes, protector de rebaños, quien servía como mensajero a otros dioses, que los romanos le llamaron Mercurio, Mercŭrĭus, para ellos, hijo de Jupiter y de Maya) a buscar a Argus, al cual duerme (pues a Hermes también se le atribuían poderes sobre el sueño) y asesina. Al verse liberada, Io huye, pero Hera, como castigo manda un tábano para que la atormente continuamente. Entonces, Io vaga (de ahí su nombre) por mucho tiempo a través del mundo, pero al final, atraviesa el Mar Jónico (Mar Ionian, nombre que procede de Io), pasa el Bósforo (Bosporus, antes Bosporus Thracius, literalmente el 'paso del buey', tal vez porque Io, convertida en ternera, no era un buey, pero sí de la misma especie.

Finalmente Io logra llegar a Egipto (donde se la identifica como la diosa Isis), donde Zeus la transforma de nuevo en una hermosa mujer y procrean un hijo llamado Epaphus.

A Io se la identifica también como la diosa luna y su vagar o su vida errante personificó las fases lunares, mientras los 100 ojos de Argus, simbolizaban al cielo colmado de estrellas. La leyenda se diseminó a otras regiones orientales, como la creación de la diosa Astarte en Siria. El escritor griego Esquilo (¿525-455? a.C.) y el poeta romano Ovidio (43 a.C.-17 d.C.) nos narran la leyenda con unos 450 años de diferencia.

Fuentes consultadas:

- Gracias: Jesús Gerardo Treviño Rodríguez.

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