Etimología de FIRMAMENTO

FIRMAMENTO

La palabra firmamento designa literalmente a la bóveda celeste donde están los astros (estrellas) aparentemente fijos, inmóviles, además cuerpos como los planetas, el sol, la luna, los cometas, meteoritos, etc., cuyo movimiento podemos percibir.

Este término proviene del latín clásico firmāmēntum, que en sentido literal significaba "cualquier cosa que refuerza, fortifica o da soporte, algo que da firmeza, que consolida, un apoyo", utilizado con el sentido de 'apoyo en una acusación', o 'contar con el amparo o protección de alguien, 'prueba del ofendido que acusa contra el argumento del defensor' (Cicerón). Pero en latín tardío eclesiástico, el vocablo tomó el significado de 'el cielo o los cielos, la bóveda celeste, considerada como algo sólido, firme y perdurable'. En astronomía antigua el firmamento era la octava y más externa esfera, la de las estrellas fijas, como en el sistema ptolomeico, aunque en realidad el término nunca tuvo un significado claro y preciso en el campo astronómico. Las otras siete orbes o esferas las ocupaban la Luna, Mercurio, Venus, Sol, Marte, Júpiter y Saturno.

Firmāmēntum a su vez procede de firmo, firmare (afianzar, fortificar, reforzar, consolidar), del adjetivo firmus y su variante firmis (estable, sólido, firme, constante, bien sustentado), de donde las palabras enfermo (de infirmis, 'débil'), firmar, firme, afirmar, confirmar y reafirmar. Todos estos términos se asocian a la raíz indoeuropea *dher- (sostener, consolidar). Por lo tanto, firmāmēntum, en referencia al cielo, suele emplearse con el sentido de: 'la bóveda del cielo sobre nuestra cabeza donde las estrellas aparecen fijas y sólidamente embebidas', también a veces, en el sentido bíblico y litúrgico, 'el cielo, donde Dios habita'. En este vocablo vemos el sufijo latino -mentum (-mento), que forma sustantivos a partir de verbos con el significado de acción y resultado como en las voces 'monumento, 'instrumento', 'basamento', fragmento, tormento y documento.

Firmāmēntum, en su acepción básicamente religiosa aparece en la traducción (finales del siglo IV d.C.) latina (vulgata editio o 'edición para el pueblo') de la biblia griega (septuaginta, ss. III a.C.). Edición latina hecha por San Jerónimo (340-420), siendo una traducción o interpretación del vocablo bíblico griego στερεωμα = stereosma (firme, sólido, cimiento, cuerpo sólido), de στερεος (sólido). Estos términos se asocian a la raíz indoeuropea *dher- (sostener, consolidar). Por lo tanto, firmāmēntum, en este caso, suele emplearse con el sentido de: 'la bóveda del cielo sobre nuestra cabeza donde las estrellas aparecen fijas y sólidamente embebidas', 'durante el día, un enorme recipiente azul invertido'; también a veces, en el sentido bíblico y litúrgico, 'el cielo, donde Dios habita'. En este vocablo vemos el sufijo latino -mentum (-mento), que forma sustantivos a partir de verbos con el significado de acción y resultado, como en las voces 'monumento, 'instrumento', 'basamento', fragmento', 'tormento' y 'documento'.

Stereosma la usaron los traductores griegos en un intento de interpretar la palabra bíblica hebrea rāqîaʿ (רָקִ֫יעַ‬), 'la bóveda celeste, firme e imperecedera', de la raíz raqqəʿ (רָקַע), con el significado probable de 'algo que aporta solidez', también 'algo que se expande gradualmente'. En el libro Génesis I. 6-8 dice Dios que ''llegue a haber una expansión... y llamó Dios a la expansión Cielos (es decir, el firmamento); y en Daniel 12: 3 dice que "Los entendidos resplandecerán como el resplandor del firmamento...".

En realidad, los pueblos de Mesopotamia, los egipcios y los hebreos creían que el cielo era algo así como un domo sólido, donde el sol, la luna, los planetas y estrellas estaban inmersos y la tierra era el centro de todo.

Al volver la vista hacia la majestuosidad de las estrellas, en noches sin luna, sin interferencia lumínica alguna, o durante el día que lo veíamos como un enorme recipiente invertido azulado... sin duda nos dábamos cuenta de nuestra pequeñez. Del cielo o firmamento provenían enceguecedores relámpagos y formidables truenos. El sol, la luna y las estrellas manaban luz de manera incesante. La lluvia que nos da la vida o que a veces arrasa y aniquila, caía de manera abundante o a veces con la tenuidad de una leve llovizna o sirimiri. No pocas veces la reflexión obligada era: ¡En algún sitio de ese inconmensurable firmamento tiene que vivir Dios!

Fuentes:

- Gracias: Jesús Gerardo Treviño Rodríguez.

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